Nos podemos preguntar qué sentido tiene estudiar hoy a Carmen de Icaza, autora de novelas sentimentales durante el primer franquismo que, aparentemente, no aportan ninguna innovación técnica ni temática en el desarrollo de la narrativa de posguerra. Pero en la historia de la literatura los escritores secundarios también ocupan su lugar, y más aquellos que fueron muy leídos y considerados en su tiempo. En el retablo del franquismo las novelas de Icaza son una escena que no se puede ignorar.
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Estudio sobre Carmen de Icaza y León (1899-1979), novelista «rosa», muy popular en el primer franquismo. Se analizan varios aspectos de su narrativa: primero, su reelaboración de los estereotipos populares postrománticos y realistas, destinados a adoctrinar a su público en los valores morales del régimen; segundo, sus técnicas narrativas (ágiles diálogos, focalizaciones e incipientes monólogos interiores, que muestran la dualidad de las protagonistas), que facilitan la comunicación con lectoras poco preparadas y, ahora, con menos tiempo para leer; tercero, su influencia en Carmen Martín Gaite, autora que reutiliza su «técnica narrativa del espejo»; cuarto, La casa de enfrente (1960), su última novela y la más compleja e ignorada por la crítica, donde ella se describe como Jefa de Auxilio Social (su puesto en la vida real) y, también, muestra cierto descontento hacia algunas prácticas de esta institución. Finalmente, su figura es singularizada y comparada con otra novelista «rosa», Luisa-María Linares. La conclusión es que ambas escritoras contribuyeron a una relativa modernización de la mujer, a pesar de su conformismo con el régimen, adaptando y suavizando los duros principios falangistas y divulgando la imagen de una mujer independiente, similar a la mostrada en el cine en aquel momento.
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